Tengo el gusto de compartir en este blog, el trabajo
investigativo desarrollado por el señor Coronel (r) Elkin de Jesús SilvaPineda, presentado ante la Academia de Historia de la Policía Nacional de
Colombia para ser recibido como Miembro Correspondiente. Documento que denominó
“Operación Canaguaro”, que se encuentra en el cuaderno histórico No.20 edición
Mayo 2012 a Mayo 2013 (páginas 15 a la 23).
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Brigadier General Henry García Bohorquez
Director Genenral Policía Nacional |
A principios del año de 1970, cuando se desempeñaba como director de la Policía Nacional de Colombia el señor Brigadier General Henry García Bohorquez, el país atravazaba por una gran crisis de criminalidad en las regiones del Guainía y
Vichada, por lo tanto, los héroes oficiales y agentes carabineros de la Policía Nacional,
enfrentaban a una de los más temidos grupos de bandoleros para la época: “Los
Canaguaros”.
Desde ese entonces, se hallaba trabajando en el Departamento de Policía Meta y Llanos Orientales el señor Subteniente Luis Gonzalo Jiménez Reyes, quien había nacido en Simijaca (Cundinamarca) el 23 de enero de 1949; hijo de Rozo Jiménez Lara y Cristina Reyes de Lara, soltero y había ingresado como cadete a la escuela “General Francisco de Paula Santander” el 14 de febrero de 1967; una vez culmino su formación policial como subteniente fue destinado a prestar sus servicios como comandante de una sección de vigilancia en dicha unidad policial.

El 17 de febrero de 1973, cuando desarrollaba acciones de vigilancia y control fue atacada y emboscada la patrulla integrada por el teniente Rafael Santamaría Gómez, el subteniente Luis Gonzalo Jiménez Reyes y junto con siete (7) agentes
carabineros, en el sitio denominado “Arrecifal” del rió Guaviare, por un grupo de bandoleros pertenecientes a la cuadrilla de Álvaro
Linares, alias el “Mechudo”, quienes estaban dedicados a saquear embarcaciones y
despojar de sus pertenecías a sus ocupantes, en el enfrentamiento se dió el asesinato del subteniente Luis Gonzalo Jiménez Reyes y cinco agentes carabineros a manos de los Canaguaros. Los
acompañaban, el colono Domingo Delgado y el motorista de la lancha “Ciudad de
Neiva” conocido como el “Zancudo”.
De esta manera se empezó a escribir una de
las historias policiales más recordadas por los habitantes del Guainía y el
Vichada.
Álvaro Linares: aquel hombre que se atrevía a desafiar a los
presentes era Álvaro Linares, alias el “Mechudo”. Su cabello largo y
encrespado, su piel atezada y trigueña, sus ojos color marrón, su bigote negro
y espeso le cubría el labio superior, sus brazos largos y fuertes soportaban el
peso de su carabina; era un hombre que fue ganándose la confianza de los
tigrilleros que cazaban a las orillas de los ríos.
Poco tiempo después alias “el Mechudo”, cumplió su palabra, pues se metió en la grande al asesinar a un oficial de la Policía y a cinco (5) agentes carabineros, sin darles posibilidad alguna de defenderse ni poder mostrar la valentía propia de los policías llaneros.
ANTECEDENTES:
El 18 de febrero de 1973,
el comandante encargado del Departamento de Policía Meta y Llanos Orientales,
teniente coronel José Arquímedes Moncayo López, recibió la noticia: “en el
sitio conocido como Arrecifal, en el Guainía, ha sido emboscada una patrulla
conformada por dos oficiales el teniente Rafael Santamaría Gómez y el
subteniente Luis Gonzalo Jiménez Reyes y 7 agentes carabineros, en el momento
en que hacían un reconocimiento de vigilancia a lo largo del rio Guaviare”.
La pronta investigación
concluyó que el responsable de la masacre era Álvaro Linares, líder de un grupo
de “Tigrilleros”, que se hacían llamar “Los Canaguaros.”
LA TRAGEDIA DE LOS INDIOS SECUESTRADOS:
En enero de 1973 Linares y
sus bandidos se dirigen a un caserío indígena. Hombres con barba, cabello largo
y amarrado, armados de carabinas calibre 16, escopetas y revólveres. Así lo
relata el cacique indígena Sebastián Tuleda, quien se encontraba en su maloca
con su mujer y sus hijos; eran 12 los bandoleros.
El asalto a la población
indígena tenía como objeto reclutar mujeres para calmar el apetito sexual de
los hombres; los indios que se opusieron, fueron asesinados, sus vientres
abiertos para llenarlos de piedras y así arrojarlos al rio.
Se llevaron consigo 30
“Kurripakos” entre hombres, mujeres y niños, caminaron con ellos por la selva
hasta la casa de Arístides Amaya, un hombre que afirmó, haber sido obligado en
todo momento, pero que sirvió de señuelo para todos los asaltos que dirigió
Linares.
Dejan a los indios a 50
metros de distancia, custodiados. Linares junto con varios hombres se toman la
casa de Arístides. A partir de ese momento, Linares y sus Canaguaros no se mueven
de su campamento ubicado en terrenos de Arístides hasta el mediodía del 17 de
febrero en que masacran a los policías.
Esa noche Linares inicia su
cadena atroz de violaciones, escoge una indiecita de 12 años que lucha para
defender su honor como un león. Linares llama a 5 de sus hombres y con su ayuda
consuma la violación, la niña clava sus uñas en la espalda de Linares y este en
venganza la entrega a su ejército de bandidos que se sacian esa noche con la
indiecita, siendo devuelta al día siguiente a su madre.
Días después, Álvaro
Linares, secuestra a don Octavio Bedoya, farmaceuta que recorre el río
vendiendo remedios, e inicia así la cadena de secuestros de blancos; “se
metería así en otro lio” pues ahora sus víctimas eran colonos.
LA EMBOSCADA A LA PATRULLA POLICIAL:
Un día antes de que fuera
víctima de la emboscada el teniente Santamaría Gómez, decide adelantar una
inspección por el rio Guaviare, no sin antes ordenar a sus hombres, entre ellos
al subteniente Luis Gonzalo Jiménez Reyes, que se vistieran de particular o por
lo menos se colocaran una camisa por encima de su uniforme.
Organiza la comisión en
tres embarcaciones, reducida luego a dos al quedar fuera de servicio una de
ellas. En el primer bongo iba el teniente Santamaría, el motorista apodado el
Zancudo y 4 agentes carabineros.
La segunda, una lancha
rápida en que se movilizaba el subteniente Jiménez, el motorista de 19 años
Hugo Bernal, 3 agentes carabineros y el colono Domingo Delgado, este último era
su informante y quería recuperar sus mercancías. El teniente Santamaría que iba
en el bongo y el subteniente Jiménez que iba en la “voladora”, no se imaginaron
que detrás de la casa de Arístides Amaya, en el barranco sobre el rio y detrás
de los matorrales, 20 asesinos armados acechaban para dar su zarpazo mortal en
el momento en que arrimaran los policiales.
Desde el campamento en que
se encontraban los indios secuestrados, Linares levanta la cabeza y grita:
¡viene la Policía!, apoya sus binoculares sobre sus ojos y cuando la imagen se
aclara aparece el primer bongo en que viajaba el teniente Santamaría. Se
esconden todos tras los troncos, el barranco y los matorrales, mirando al bongo
que se acerca. El bongo pasó frente a la casa de Arístides Amaya, no salió
nadie y el ruido del motor se pierde rio arriba.
A los pocos minutos Linares grita: ¡atención, ahí viene otro botín!. Los binoculares buscan a lo ancho del rio hasta ubicar una imagen: Linares sonríe y dice: “es una voladora, la lancha rápida que necesitamos”!, y añade: ojo, que no vaya a ser otra vez la Policía.
Ordena a Arístides Amaya que salga a la playa y pida auxilio
para engañar a los ocupantes de “la voladora”, que se acerca pegada a la orilla
del barranco. El subteniente Jiménez observa al hombre descalzo con dos niñas a
su lado que gritaban desde la playa y ordena al motorista que se detenga justo
ahí.
Linares ha visto los uniformes verde aceituna debajo de las
camisas particulares y las botas policiales; ha sido engañado: ¡Es la Policía¡
y grita: ¡fuego¡. Un carabinero llamado Graciliano Vacca Cano que iba delante del salta a la
orilla; El carabinero de apellido Romero Machado grita: cuidado, hay gente en
los matorrales y a su vez dispara su M1.
El subteniente Jiménez no tuvo tiempo de nada, las balas
“matatigres” lo levantaban de la lancha con cada impacto, su cuerpo
acribillado, fue el primero en caer. Sus manos se sujetan de la quilla de la
voladora, luego se suelta quedando medio cuerpo dentro del rio.
El agente Vacca Cano logra pisar tierra, se tira a lo alto del
barranco y dispara su carabina, hiriendo a alias “el gato”. Pero las balas
matatigres, le arrancan al agente Vacca Cano lo que le quedaba de vida en menos de 10
segundos.
Un tercer carabinero de nombre José Ovidio Vanegas Vigoya se tira al rio y pretende cruzar nadando a
la otra orilla. Los Canaguaros disfrutan disparando sobre ese fácil blanco, y
cobardemente se divierten acribillándolo a tiros para después observar cómo lo
devoran las pirañas.
Cesan los disparos, Linares se encuentra con tres agentes de la
Policía muertos, el motorista, el civil Domingo Delgado y el subteniente Luis
Gonzalo Jiménez Reyes, además un esqueleto de un carabinero en el rio.
EL OPERATIVO:
La Policía
Nacional, fiel al juramento de defender la Constitución y las leyes, no podía
dejar pasar inadvertidos estos hechos criminales, por lo cual, en forma
inmediata se preparó para perseguir a los bandoleros y devolver la tranquilidad
a las gentes que habitaban esta zona del territorio nacional. El 18 de febrero
llega la noticia a Puerto Inírida acerca de la muerte del teniente Rafael
Santamaría Gómez, del subteniente Luis Gonzalo Jiménez Reyes y de los agentes
carabineros que los acompañaban.
Avisan a Villavicencio y
esa misma noche el teniente Elkin de Jesús Silva Pineda, recibe a las 22:00
horas una orden del señor teniente coronel José Arquímedes Moncayo López, para
que reúna a 25 hombres y se traslade a las 04:30 horas, a la base aérea de
Apiay y de allí a Puerto Inírida, con la estricta misión de capturar o dar de
baja a todos los integrantes del grupo los Canaguaros.
Entre los hombres del
teniente Silva Pineda, se encontraba el agente carabinero Pedro María Moreno
Rey, con una contextura aproximada de 1.85 mts, fornido y bastante serio, él
había hecho parte de las guerrillas de Dumar Aljure en los Llanos Orientales y
como consecuencia de la amnistía que se presentó para la época, se vinculó a la
Policía como agente carabinero.
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Mayor Buenaventura Zea Benítez |
Ya en Puerto Inírida, los
policiales reciben la información del Comando del Departamento de que en la
tarde llegará el mayor Buenaventura Zea Benítez, Comandante Operativo del
Departamento de Policía Meta y Llanos Orientales. A la madrugada siguiente se
embarcaron en 4 lanchas de motor número 12, directo al sitio de la emboscada,
en busca de los cuerpos de sus compañeros.
Luego de 2 días llegan a
Arrecifal. El teniente Silva Pineda se embarca rio abajo en busca de los
cadáveres. Al día siguiente retoman la búsqueda, para más tarde encontrar, en
un recodo del rio, el primer cadáver hecho un esqueleto.
Rio abajo, divisaron a
otros 3 cadáveres, los recogieron; uno de ellos conservaba aún el pantalón y
las botas, a diferencia de los otros encontrados que no llevaban nada puesto;
ese era el cuerpo del subteniente Jiménez Reyes. Una comisión de 5 agentes y
dos colonos llevan los cuerpos hasta Puerto Inírida, por órdenes del mayor Zea
Benítez.
Transcurridos dos días el
mayor Zea Benítez, ordena al teniente Silva Pineda que se dirija a un lugar
llamado Sapuara por que existía información de que habían sido vistos “Los
Canaguaros” tomando licor y que luego se habían internado en la selva para
dirigirse a las sabanas del Vichada.
El teniente Silva
Pineda, logra conformar su equipo así: sargento Otoniel Rodríguez López, 10
agentes carabineros, 2 colonos y 2 indígenas; Llevaban consigo; 2 granadas,
carabinas M1 y M2 y 100 cartuchos cada uno; Y 3 raciones de campaña por
persona.
En un bongo para 20
personas emprenden su recorrido por un caño, selva adentro. Debido a que el
caño tenía poca agua, decidieron seguir su camino a pie. Mientras desembarcaban
se escuchó gritar: ¡Negro, Negro¡. Era el teniente Santamaría Gómez que se
encontraba escondido y quien reconoció al teniente Silva Pineda.
El teniente Santamaría
comentó que uno de los agentes que lo acompañaba, de nombre Oscar Ivan Rivilla estaba muerto. Al encontrarlo
ya estaba descompuesto y cerca se hallaba el cuerpo de otro carabinero. Fueron
llevados de vuelta al bongo con la misión de trasladarlos hasta Arrecifal,
sitio donde estaba ubicado el puesto de mando; el teniente Santamaría Gómez
acompaño los cadáveres.
La patrulla del teniente
Silva siguió su camino por la selva en busca de los bandoleros. En un claro que
se encontraba más adelante estaban dos hombres con carabinas cruzadas cortando
un tronco para hacer una hoguera. Hicieron un reconocimiento del lugar. El
sargento Rodríguez junto con otros 3 agentes, les cayeron sorpresivamente a los
individuos.
Ya inmovilizados los 2
hombres, empezaron a interrogarles acerca del paradero de Linares. Afirmaban
haberse separado de Los Canaguaros por no estar de acuerdo con lo sucedido. Sus
nombres: Modesto Iván Restrepo (alias Resorte o Drácula) y José Miguel Rubiano
(alias Charro o Catire).
El teniente Silva reconoció
el reloj que días antes le había vendido al subteniente Jiménez Reyes, el cual
era lucido por uno de los sujetos; por ello se dio cuenta de que lo dicho por
estos era mentira.
Al seguir su camino
bordeando el Caño Chupave, junto con los prisioneros, se hicieron comentarios
acerca del posible nombre que podría tener la patrulla: “Héroes de la selva”,
dijo uno; “la persecución de los Canaguaros”, opinó otro, pero el agente Pedro
María Moreno Rey dijo: que se llame la “Patrulla suicida”, ya que habían hecho
demasiado ruido al capturar a los 2 individuos y lo seguían haciendo, por eso
en algún instante Linares y su grupo los iban a emboscar. Eso fue como una
premonición. Continuaron el camino en 2 grupos. Su única comunicación seria por
medio del silbido del mono.
Después de recorrer un buen
trayecto, en un claro el agente Moreno Rey, ve una olla calentándose sobre
brasas recién puestas y se lo informa al teniente Silva. Se agachan para no ser
vistos, el agente Moreno Rey decide acercarse más pero cuando se levanta recibe
el primer disparo que le atraviesa la boca y le sale por la parte posterior del
cráneo, cae al suelo y ahí empieza el enfrentamiento armado.
En su afán por auxiliarlo
el teniente Silva, lanza dos granadas pero ninguna detona: estas tenían un
esparadrapo que servía como seguro. Logra llegar hasta el cuerpo ya sin vida
del agente Moreno Rey. El sargento Rodríguez alcanza a apoyarlos.
De un momento a otro todo
queda en silencio. Ya reunidos se dan cuenta que los bandoleros que habían
apresado poco antes, escaparon. Inmediatamente el sargento y otros 5 agentes
salen en su búsqueda, pero los encuentran en un hueco muertos, producto del
enfrentamiento.
Deciden seguir por la
selva; al cabo de 3 días llegaron a una choza indígena habitada por un hombre,
una anciana, una mujer y dos niñas, era la casa de un indio “saliva” de nombre
Luis Felipe Arrepiche. Este les dijo “Los Canaguaros”, violaron a las dos
mujeres y a las niñas, además de robarse su comida.
El indio les dijo que no
había pueblo cerca, sino una casa grande donde vendían víveres, perteneciente
al señor Jerónimo Gallo. Cuando llegaron a la casa de Jerónimo, el teniente
Silva Pineda, le explicó la situación de sus agentes, le pidió ayuda y se
comprometió a cancelar lo más pronto posible lo que consumieran.
Al día siguiente le
preguntaron a Jerónimo por el pueblo más cercano y les dijo que era San José de
Ocuné, a 6 horas de camino. Jerónimo se ofreció a llevarlos en su volqueta
hasta el pueblo.
La inspección de policía se
encontraba cerrada y allí había una estación de radio por medio de la cual
podían haberse comunicado con la Comisaría de Puerto Carreño - Vichada - pero
estaba fuera de servicio. Tendrían que ir hasta “Gaviotas”, población que se
encontraba a 6 horas de San José de Ocuné.
Únicamente el teniente
Silva y el agente Laureano García parten rumbo a Gaviotas, mientras los demás
hombres se recuperaban.
Llegaron a una hacienda
llamada “La Libertad”, propiedad de un miembro de la defensa civil de la zona
llamado Pedro Pierre.
A pesar que en La
Libertad había un radio para comunicarse no pudieron utilizarlo ya que Pedro
Pierre no se encontraba.
Solo un tractorista que se
hallaba afuera se ofreció a llevarlos, pero el tractor se varó una hora
después. Eran las 19:00 horas; vieron a lo lejos una luz, cuando estaban a unos
100 metros, el teniente Silva Pineda grita identificándose como miembro de la
Policía, pero nadie se acercó. Continuaron insistiendo hasta quedarse dormidos.
Al despertar, el teniente
Silva Pineda vio a 5 hombres armados que se acercaban, les ordenaron que
soltaran las armas, los requisaron y fueron finalmente reconocidos como agentes
del DAS. Estos prestaron toda su ayuda para la reincorporación del teniente
Silva y el agente García.
A las 07:00 horas del día
siguiente, llega una caravana y el primero en descender fue el coronel Armando
Torres Salgado; la alegría fue inmensa. Junto con el venía el capitán Bernardo
Mejía Villa.
Regresaron a San José de Ocuné donde se encontraban los otros
agentes.
Al llegar, el coronel Armando Torres Salgado le ordena al capitán Mejía Villa que a partir de ese momento, el
se haría cargo del operativo. El teniente Silva Pineda decide quedarse para
seguir haciendo parte del operativo, al igual que el agente García y dos
compañeros más. Se instaló el puesto de mando en Gaviotas y allí continuó la
“Operación Canaguaro”.
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Coronel Armando Torres Salgado |
Finalmente, el 22 de marzo,
el capitán Bernardo Mejía Villa aborda una avioneta de la policía junto con un
agente, un teniente y el piloto teniente de la FAC Lucio Valencia, rumbo a
Achacara. Aterrizaron cerca de una hacienda ubicada a orillas del rio Vichada,
para transportar el pescado que del rio sacaba el propietario de la misma. Allí
los tomaron por sorpresa.
Se inició un feroz combate
en el cual fueron dados de baja: Javier Londoño (alias el conejo), Benjamín
Perafán (alias el gato), Rafael Antonio Prieto (alias el palillo), Agustín
Villamil (alias el pollo), junto con 4 mujeres indígenas que se encontraban en
el lugar.
Se recuperó el
armamento que habían robado en la masacre de Arrecifal, el reloj que pertenecía
al subteniente Jiménez, se tomaron las pruebas periciales necesarias, macrodáctila,
fotografías para establecer legal y plenamente la identidad de los occisos.
Álvaro Linares y el “grillo” huyeron con todo el dinero para internarse de
nuevo en la selva.
MUERTE DE LINARES:
Linares
cargaba todo el dinero hurtado a los comerciantes sin hacer ninguna repartición
hasta el momento.
El
Grillo, impaciente, le recordó a Linares:
“Jefe:
¿qué hubo de la plata?”,
a
lo que Linares contesto: ¿cuál plata?.
“La
que tengo en el bolsillo… debe ser “refutó el grillo un tanto malhumorado.
Linares
intentó no prestar mayor atención y se sumergió en las aguas para refrescarse.
El grillo de nuevo insiste con la repartición del dinero. Linares sale cerca de
la orilla, donde tiene las ropas y reposaba una M1.
El
grillo echa mano a su escopeta y cuando el mechudo toma la carabina, el grillo
le propina un disparo de perdigones en la espalda que lo lanza contra la raíz
de un árbol.
La
sangre manchó sus ropas y la muerte lo cobijó con un manto negro trágico,
cobrando de una vez el tributo de las ofensas y crímenes contra la humanidad.
El
grillo tomó su parte del dinero y marchó solo, caño abajo, hasta llegar al rio
Vichada; su intención era llegar a Achacara y reunirse con el resto de la
banda.
Una patrulla de la Policía que rondaba por el lugar, lo descubrió, cuando un colono les informara que un extraño le había vendido una pistola y un revólver muy baratos. Allí en enfrentamiento, el grillo fue dado de baja.
Fotografías:
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Condecoraciónes a los Policiales que participaron en la "Operación Canaguaros"
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Condecoraciónes a los familiares de los policías muertos en el enfrentamiento
con la bandas criminales “Los Canaguaros”. |
En homenaje al señor Subteniente Luis Gonzalo Jiménez Reyes, el gobierno nacional lo ascendió en forma póstuma
al grado de “Teniente” y la Policía Nacional a través de la Escuela de Oficiales de Policía “General
Francisco de Paula Santander” dispuso que el curso de oficiales No. 41 se
denominara “Promoción Teniente Luis Gonzalo Jiménez Reyes", integrado por 96
subtenientes, graduados según Decreto 2482
del 2 de noviembre de 1977 y de cuya promoción salieron tres oficiales generales:
- Brigadier General Álvaro Barrera Álvarez
- Brigadier General Daniel Castiblanco Mendoza
- Brigadier General Luis Jacinto Meza Contreras
Paz en la tumba de los héroes policías asesinados en este hecho criminal.
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