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miércoles, 1 de agosto de 2018

‘Edificadores de Paz’, monumento en honor a 47.642 policías víctimas del conflicto





En plena Avenida Boyacá con calle 142, en el norte de Bogotá, se levanta el monumento ‘Edificadores de Paz’, en honor a los 47.642 policías de Colombia reconocidos como víctimas del 
conflicto armado que por más de medio siglo enlutó a nuestro país. 

La obra, develada el jueves 23 de noviembre de 2017 por el director general de la Policía Nacional, general Jorge Hernando Nieto Rojas.

Director general de la Policía Nacional, general Jorge Hernando Nieto Rojas

Compilación fotografíca donde se devela el monumento denominado ‘Edificadores de Paz’.








El monumento Edificadores de Paz fue diseñado por la artista y diseñadora gráfica Linda Valentina Barrera y se trata de es una abstracción de un policía protegiendo con sus brazos a Colombia y a sus habitantes. Esta pieza de 2,25 metros de altura por 1,30 m de ancho y 70 centímetros de largo se encuentra justo en el ingreso principal de la Escuela de Posgrados de Policía ‘Miguel Antonio Lleras Pizarro’, situada en el noroccidente de Bogotá.


Linda Valentina Barrera acompañada por el director general de la Policía Nacional, General Jorge Hernando Nieto Rojas y
el Mayor General Álvaro Pico Malaver Director de Unidad Policial para la Edificación de la Paz, UNIPEP.

Con un monumento denominado ‘Edificadores de Paz’, la Policía Nacional les hizo un homenaje este jueves a las víctimas que ha tenido en 126 años de existencia.

Según la Institución, se trata de “47.642 policías (45.526 hombres y 2.116 mujeres) víctimas en medio del conflicto. De ellos, 9.926 (8.988 hombres y 938 mujeres) se encuentran activos, laborando en la Policía Nacional al servicio de los colombianos”.

Se explicó que la Unidad de Víctimas reconoce actualmente a 3.852 policías fallecidos (3.831 hombres y 21 mujeres) y 652 secuestrados (649 hombres y 3 mujeres).

Adicionalmente, la Policía registra 120 desaparecidos (118 hombres y 2 mujeres) con ocasión del conflicto.

El homenaje, que contó con la participación de varios de los familiares de policías que murieron, desaparecieron o quedaron con secuelas del conflicto; de directores eméritos de la Institución, autoridades militares, eclesiásticas y representantes del cuerpo diplomático, también participó la directora de la Unidad para las Víctimas, Yolanda Pinto Afanador. 






“Estamos honrando la memoria de los 3.852 policías fallecidos y rindiendo tributo a 120 desaparecidos y a 9.926 que, pese a las cicatrices del conflicto, siguen portando con honor el uniforme policial”, sostuvo el general Nieto. “También rendimos homenaje a aquellos que desde sus hogares, en compañía de sus respetadas familias, sobrevivieron para vivir la nueva Colombia, la Colombia que ellos ayudaron a construir”. 

El director de la Policía Nacional, general Jorge Nieto, indicó que “cada policía debe sentirse orgullo de su contribución y sacrificio para que hoy estemos cada día más cerca de endosarles a las nuevas generaciones nuestra más valiosa herencia: una Colombia segura y en paz”.


El oficial destacó que desde el 22 de febrero de 2016 se creó la Unidad Policial para la Edificación de la Paz, UNIPEP, que se ha convertido en una pieza necesaria en la seguridad de las zonas veredales y para la implementación paso a paso del Acuerdo de Paz.

Finalmente el general Nieto felicitó a todos los que participaron de esta valiosa iniciativa que exalta y recordará por siempre el importante aporte de miles de hombres y mujeres policías que ofrendaron hasta su vida durante el largo camino hacia la construcción de la paz, entre ellos a la Unidad Policial para la Edificación de la Paz UNIPEP; a los Gestores de Infraestructura Social de la Dirección de Carabineros y Seguridad Rural y a la Escuela de Posgrados de Policía. 



“Gracias a todos los que ayudaron a esculpir y escribir esta página de la historia de Colombia y de nuestra Policía Nacional, Institución que desde hace 126 años trabaja a diario ‘Por una Colombia Segura y en Paz’”, concluyó el general Nieto.

Fuente documental:
Libro nuestras historias Policía Nacional de Colombia, edición 6, pagina  24 -año 2017

Fotografias tomadas de:

lunes, 14 de mayo de 2018

HEROISMO POLICÍAL EN LA ESTACIÓN FERROVIARIA DE "LA GÓMEZ"




Son innumerables los hechos históricos del país donde los policías han actuado heroicamente, por lo tanto,  que mejor homenaje el poder revivir y compartir con los seguidores de este blog, esos grandes momentos. 

En esta historia, se contara el heroísmo policial efectuado en la estación ferroviaria de “La Gómez”, ubicada en el municipio de Puerto Wilchez (Colombia) para ello  reproduciré las líneas del diario El Tiempo No. 6386 edición correspondiente al 25 de octubre de 1929, y que dicen así, en explicación de la fotografía de los heroicos policías con que adornó su primera página dicho diario:

Fotografía tomada del diario El Tiempo de 25 0ctubre de 1929

“De izquierda a derecha aparecen en la fotografía los Agentes Nepomuceno Castellanos Rojas, Pedro Murcia Marín y Augusto Rodríguez Parra, los tres agentes de la Policía Nacional que en la noche del 27 de julio pasado hicieron frente al violento ataque de numeroso grupo de amotinados en la estación La Gómez, del ferrocarril central del Norte (Puerto Wilches).

Los tres agentes sostuvieron un tremendo tiroteo desde las diez de la noche hasta las seis de la mañana, hora en que llegaron diez agentes de los acantonados en Puerto Wilches, a prestarles auxilios.

Todos se distinguieron por su valor, pues a pesar de que recibieron numerosas heridas, no sucumbieron al ataque de los amotinados, que pretendían desarmarlos y apoderarse del parque. Aquella noche, como lo informamos ampliamente, pereció el señor Luis Umaña Rivas, Jefe del taller del ferrocarril.

Por Decreto reciente del Ejecutivo les fue concedida a los tres agentes una recompensa igual al sueldo de un año, y una medalla de oro, por su magnífica actuación.”

Ahora bien, el Gobierno Nacional expidió el Decreto No. 1702 del 10 de octubre de 1929, “Por el cual se concede unas recompensas por acciones distinguidas de valor a unos agentes de la Policía Nacional”, el cual trascribo a continuación:

El Presidente de la Republica, vistas las informaciones recibidas sobre los sucesos ocurridos en la noche del 27 de julio del corriente año en la estación de La Gómez, del ferrocarril central del norte, sección 1ª, sucesos en los cuales los Agentes de segunda clase de la Policía Nacional, División de Barrancabermeja, Agustín Rodríguez Parra, Nepomuceno Castellanos Rojas y Pedro Murcia Marín, se distinguieron por su valeroso comportamiento defendiendo con grade arrojo, durante varias horas, el cuartel de policía donde se guardaban algunos fusiles y una cantidad apreciable de municiones, atacado por un crecido número de revoltosos, que pretendían apoderarse de él, lo que se evitó precisamente debido a la heroica y tenaz resistencia de los mencionados agentes; y

                                                        CONSIDERNADO

Que el gallardo comportamiento de esos sostenedores de la tranquilidad social fue sellado con su propia sangre, pues consta que dos de ellos recibieron heridas de gravedad;

Que la conducta heroica de tales agentes es acreedora a recompensa y recordación, ya que antes de huir atemorizados por el gran número de asaltantes y por las circunstancias en que se encontraban  prefirieron sucumbir en cumplimiento de su deber;

Que el Director General de la Policía Nacional ha pedido para dichos servidores una recompensa por su encomiable acción de valor, y

Que el parágrafo f) del artículo 4º del Decreto No. 1998 de 1927 autoriza para tomar los fondos de la caja de Auxilios del Cuerpo de Policía, los fondos para atender al costo de premios a los empleados de la Policía que hayan sobresalido en el desempeño de sus funciones:  
                                                            DECRETA:

Artículo 1º. Reconócese a los Agentes de segunda clase de la Policía Nacional, Agustín Rodríguez Parra, Nepomuceno Castellanos Rojas y Pedro Murcia Marín, por su valeroso comportamiento en la estación de La Gómez en la noche del 27 de julio de 1929, una recompensa extraordinaria a cada uno, equivalente al sueldo anual que devenga en tal fecha.

Artículo 2º. Concédase igualmente a cada uno de los mencionados Agentes una medalla de oro, la cual llevará una inscripción alusiva al acto conmemorativo. Esta medalla será entregada en los términos y forma que determine el Director General del Cuerpo.

Artículo 3º. La suma necesaria para dar cumplimiento al presente decreto será sufragada por la  Caja de Auxilios de la Policía Nacional.

Comuníquese y cúmplase,

Dado en Bogotá a los 10 días de octubre de 1929.

MIGUEL ABADÍA MÉNDEZ
Presidente de la República

GABRIEL RODRÍGUEZ DIAGO
Ministro de Gobierno.


Fotografías de los firmantes del Decreto.
Fuente Revista Policia Nacional edicion No. 100 del mes de octubre de 1929, paginas 165 a 168.


Seguidamente, El Director General de la Policía Nacional doctor José María Davila Tello, respecto a este caso publicó en la revista institucional la siguiente nota:

Nota del  Director Genneral.

Según relato de los policiales que intervinieron en la defensa de su cuartel, se tiene estos datos:

Los amotinados sumaban un total aproximado de 250 hombres, en tanto que los policías atacados sólo eran tres (3), por el hecho de hallarse de guardia en otros sitios los dos (2) restantes que integraban la guarnición total de la estación ferrocarrilera de La Gómez.

El ataque tuvo lugar de las diez de la noche a las seis de la mañana del día siguiente, hora en que se presentó el Alcalde de Puerto Wilches, lugar distante 50 kilómetros, con algunos otros policías, y los asaltantes huyeron.

Los asaltantes se apoderaron de algunos machetes y otros elementos de construcción que se hallaban en un almacén del ferrocarril, donde amarraron al policía que los custodiaba, para tal efecto, y una vez que se vieron en la imposibilidad material de tomarse el cuartel, a pesar del largo ataque dicho, le prendieron fuego con gasolina que hallaron en el mencionado almacén, huyendo hacia la montaña.

En el hecho pereció el señor Luis Umaña Rivas, Jefe del taller del ferrocarril.

El Policía Pedro Murcia Marín recibió dos heridas de bala en la pierna derecha.

El Policía Nepomuceno Castellanos Rojas, una herida con municiones de escopeta en la cabeza.

El Policía Agustín Rodríguez Parra, una herida en la pierna derecha y en la cabeza varias con municiones de escopeta.

Los asaltantes tuvieron algunas bajas y heridos.

Finalmente relaciono las Fotografías de la ceremonia de condecoración de los Agentes de segunda clase de la Policía Nacional, Agustín Rodríguez Parra, Nepomuceno Castellanos Rojas, Pedro Murcia Marín y el texto de los dicursos pronunciados por cada uno de ellos en dicho evento.



Fotografias con los texto de los discursos pronunciado por cada uno de los Agentes condecorados..






Fuente: 
Revista de la Policía Nacional de Colombia edicion No. 102 de los meses enero a febrero de 1930, paginas 11 a 19.

sábado, 24 de marzo de 2018

Héroes Policiales de la "Operación Canaguaros"

Tengo el gusto de compartir en este blog, el trabajo investigativo desarrollado por el señor Coronel (r) Elkin de Jesús SilvaPineda, presentado ante la Academia de Historia de la Policía Nacional de Colombia para ser recibido como Miembro Correspondiente. Documento que denominó “Operación Canaguaro”, que se encuentra en el cuaderno histórico No.20 edición Mayo 2012 a Mayo 2013 (páginas 15 a la 23).

Brigadier General Henry García Bohorquez
Director Genenral Policía Nacional
A principios del año de 1970, cuando se desempeñaba como director de la Policía Nacional de Colombia el señor Brigadier General Henry García Bohorquez, el país atravazaba por una gran crisis de criminalidad en las regiones del Guainía y Vichada, por lo tanto, los héroes oficiales y agentes carabineros de la Policía Nacional, enfrentaban a una de los más temidos grupos de bandoleros para la época: “Los Canaguaros”.

Desde ese entonces, se hallaba trabajando  en el Departamento de Policía Meta y Llanos Orientales el señor Subteniente Luis Gonzalo Jiménez Reyes, quien había nacido en Simijaca (Cundinamarca) el 23 de enero de 1949; hijo de Rozo Jiménez Lara y Cristina Reyes de Lara, soltero y había ingresado como cadete a la escuela “General Francisco de Paula Santander” el 14 de febrero de 1967; una vez culmino su formación policial como subteniente fue destinado a prestar sus servicios como comandante de una sección de vigilancia en dicha unidad policial.


El 17 de febrero de 1973, cuando desarrollaba acciones de vigilancia y control fue atacada y emboscada la patrulla integrada por el teniente Rafael Santamaría Gómez, el subteniente Luis Gonzalo Jiménez Reyes y junto con siete (7) agentes carabineros, en el sitio denominado “Arrecifal” del rió Guaviare, por un grupo de bandoleros pertenecientes a la cuadrilla de Álvaro Linares, alias el “Mechudo”, quienes estaban dedicados a saquear embarcaciones y despojar de sus pertenecías a sus ocupantes, en el enfrentamiento se dió el asesinato del subteniente Luis Gonzalo Jiménez Reyes y cinco agentes carabineros a manos de los Canaguaros. Los acompañaban, el colono Domingo Delgado y el motorista de la lancha “Ciudad de Neiva” conocido como el “Zancudo”. 

De esta manera se empezó a escribir una de las historias policiales más recordadas por los habitantes del Guainía y el Vichada. 


 Álvaro Linares: aquel hombre que se atrevía a desafiar a los presentes era Álvaro Linares, alias el “Mechudo”. Su cabello largo y encrespado, su piel atezada y trigueña, sus ojos color marrón, su bigote negro y espeso le cubría el labio superior, sus brazos largos y fuertes soportaban el peso de su carabina; era un hombre que fue ganándose la confianza de los tigrilleros que cazaban a las orillas de los ríos.

Poco tiempo después alias “el Mechudo”, cumplió su palabra, pues se metió en la grande al asesinar a un oficial de la Policía y a cinco (5) agentes carabineros, sin darles posibilidad alguna de defenderse ni poder mostrar la valentía propia de los policías llaneros.

ANTECEDENTES:

El 18 de febrero de 1973, el comandante encargado del Departamento de Policía Meta y Llanos Orientales, teniente coronel José Arquímedes Moncayo López, recibió la noticia: “en el sitio conocido como Arrecifal, en el Guainía, ha sido emboscada una patrulla conformada por dos oficiales el teniente Rafael Santamaría Gómez y el subteniente Luis Gonzalo Jiménez Reyes y 7 agentes carabineros, en el momento en que hacían un reconocimiento de vigilancia a lo largo del rio Guaviare”.

La pronta investigación concluyó que el responsable de la masacre era Álvaro Linares, líder de un grupo de “Tigrilleros”, que se hacían llamar “Los Canaguaros.”

LA TRAGEDIA DE LOS INDIOS SECUESTRADOS:
En enero de 1973 Linares y sus bandidos se dirigen a un caserío indígena. Hombres con barba, cabello largo y amarrado, armados de carabinas calibre 16, escopetas y revólveres. Así lo relata el cacique indígena Sebastián Tuleda, quien se encontraba en su maloca con su mujer y sus hijos; eran 12 los bandoleros.

El asalto a la población indígena tenía como objeto reclutar mujeres para calmar el apetito sexual de los hombres; los indios que se opusieron, fueron asesinados, sus vientres abiertos para llenarlos de piedras y así arrojarlos al rio.

Se llevaron consigo 30 “Kurripakos” entre hombres, mujeres y niños, caminaron con ellos por la selva hasta la casa de Arístides Amaya, un hombre que afirmó, haber sido obligado en todo momento, pero que sirvió de señuelo para todos los asaltos que dirigió Linares.

Dejan a los indios a 50 metros de distancia, custodiados. Linares junto con varios hombres se toman la casa de Arístides. A partir de ese momento, Linares y sus Canaguaros no se mueven de su campamento ubicado en terrenos de Arístides hasta el mediodía del 17 de febrero en que masacran a los policías.

Esa noche Linares inicia su cadena atroz de violaciones, escoge una indiecita de 12 años que lucha para defender su honor como un león. Linares llama a 5 de sus hombres y con su ayuda consuma la violación, la niña clava sus uñas en la espalda de Linares y este en venganza la entrega a su ejército de bandidos que se sacian esa noche con la indiecita, siendo devuelta al día siguiente a su madre.

Días después, Álvaro Linares, secuestra a don Octavio Bedoya, farmaceuta que recorre el río vendiendo remedios, e inicia así la cadena de secuestros de blancos; “se metería así en otro lio” pues ahora sus víctimas eran colonos.

LA EMBOSCADA  A LA PATRULLA POLICIAL:
Un día antes de que fuera víctima de la emboscada el teniente Santamaría Gómez, decide adelantar una inspección por el rio Guaviare, no sin antes ordenar a sus hombres, entre ellos al subteniente Luis Gonzalo Jiménez Reyes, que se vistieran de particular o por lo menos se colocaran una camisa por encima de su uniforme.

Organiza la comisión en tres embarcaciones, reducida luego a dos al quedar fuera de servicio una de ellas. En el primer bongo iba el teniente Santamaría, el motorista apodado el Zancudo y 4 agentes carabineros.

La segunda, una lancha rápida en que se movilizaba el subteniente Jiménez, el motorista de 19 años Hugo Bernal, 3 agentes carabineros y el colono Domingo Delgado, este último era su informante y quería recuperar sus mercancías. El teniente Santamaría que iba en el bongo y el subteniente Jiménez que iba en la “voladora”, no se imaginaron que detrás de la casa de Arístides Amaya, en el barranco sobre el rio y detrás de los matorrales, 20 asesinos armados acechaban para dar su zarpazo mortal en el momento en que arrimaran los policiales.

Desde el campamento en que se encontraban los indios secuestrados, Linares levanta la cabeza y grita: ¡viene la Policía!, apoya sus binoculares sobre sus ojos y cuando la imagen se aclara aparece el primer bongo en que viajaba el teniente Santamaría. Se esconden todos tras los troncos, el barranco y los matorrales, mirando al bongo que se acerca. El bongo pasó frente a la casa de Arístides Amaya, no salió nadie y el ruido del motor se pierde rio arriba.

A los pocos minutos Linares grita: ¡atención, ahí viene otro botín!. Los binoculares buscan a lo ancho del rio hasta ubicar una imagen: Linares sonríe y dice: “es una voladora, la lancha rápida que necesitamos”!, y añade: ojo, que no vaya a ser otra vez la Policía.

Ordena a Arístides Amaya que salga a la playa y pida auxilio para engañar a los ocupantes de “la voladora”, que se acerca pegada a la orilla del barranco. El subteniente Jiménez observa al hombre descalzo con dos niñas a su lado que gritaban desde la playa y ordena al motorista que se detenga justo ahí.

Linares ha visto los uniformes verde aceituna debajo de las camisas particulares y las botas policiales; ha sido engañado: ¡Es la Policía¡ y grita: ¡fuego¡. Un carabinero llamado Graciliano Vacca Cano que iba delante del  salta a la orilla; El carabinero de apellido Romero Machado grita: cuidado, hay gente en los matorrales y a su vez dispara su M1.

El subteniente Jiménez no tuvo tiempo de nada, las balas “matatigres” lo levantaban de la lancha con cada impacto, su cuerpo acribillado, fue el primero en caer. Sus manos se sujetan de la quilla de la voladora, luego se suelta quedando medio cuerpo dentro del rio.

El agente Vacca Cano logra pisar tierra, se tira a lo alto del barranco y dispara su carabina, hiriendo a alias “el gato”. Pero las balas matatigres, le arrancan al agente Vacca Cano lo que le quedaba de vida en menos de 10 segundos.

Un tercer carabinero de nombre José Ovidio Vanegas Vigoya se tira al rio y pretende cruzar nadando a la otra orilla. Los Canaguaros disfrutan disparando sobre ese fácil blanco, y cobardemente se divierten acribillándolo a tiros para después observar cómo lo devoran las pirañas.

Cesan los disparos, Linares se encuentra con tres agentes de la Policía muertos, el motorista, el civil Domingo Delgado y el subteniente Luis Gonzalo Jiménez Reyes, además un esqueleto de un carabinero en el rio.

EL OPERATIVO:

La Policía Nacional, fiel al juramento de defender la Constitución y las leyes, no podía dejar pasar inadvertidos estos hechos criminales, por lo cual, en forma inmediata se preparó para perseguir a los bandoleros y devolver la tranquilidad a las gentes que habitaban esta zona del territorio nacional. El 18 de febrero llega la noticia a Puerto Inírida acerca de la muerte del teniente Rafael Santamaría Gómez, del subteniente Luis Gonzalo Jiménez Reyes y de los agentes carabineros que los acompañaban.

Avisan a Villavicencio y esa misma noche el teniente Elkin de Jesús Silva Pineda, recibe a las 22:00 horas una orden del señor teniente coronel José Arquímedes Moncayo López, para que reúna a 25 hombres y se traslade a las 04:30 horas, a la base aérea de Apiay y de allí a Puerto Inírida, con la estricta misión de capturar o dar de baja a todos los integrantes del grupo los Canaguaros.

Entre los hombres del teniente Silva Pineda, se encontraba el agente carabinero Pedro María Moreno Rey, con una contextura aproximada de 1.85 mts, fornido y bastante serio, él había hecho parte de las guerrillas de Dumar Aljure en los Llanos Orientales y como consecuencia de la amnistía que se presentó para la época, se vinculó a la Policía como agente carabinero.

Mayor Buenaventura Zea Benítez
Ya en Puerto Inírida, los policiales reciben la información del Comando del Departamento de que en la tarde llegará el mayor Buenaventura Zea Benítez, Comandante Operativo del Departamento de Policía Meta y Llanos Orientales. A la madrugada siguiente se embarcaron en 4 lanchas de motor número 12, directo al sitio de la emboscada, en busca de los cuerpos de sus compañeros.

Luego de 2 días llegan a Arrecifal. El teniente Silva Pineda se embarca rio abajo en busca de los cadáveres. Al día siguiente retoman la búsqueda, para más tarde encontrar, en un recodo del rio, el primer cadáver hecho un esqueleto.

Rio abajo, divisaron a otros 3 cadáveres, los recogieron; uno de ellos conservaba aún el pantalón y las botas, a diferencia de los otros encontrados que no llevaban nada puesto; ese era el cuerpo del subteniente Jiménez Reyes. Una comisión de 5 agentes y dos colonos llevan los cuerpos hasta Puerto Inírida, por órdenes del mayor Zea Benítez.

Transcurridos dos días el mayor Zea Benítez, ordena al teniente Silva Pineda que se dirija a un lugar llamado Sapuara por que existía información de que habían sido vistos “Los Canaguaros” tomando licor y que luego se habían internado en la selva para dirigirse a las sabanas del Vichada.

El teniente Silva Pineda, logra conformar su equipo así: sargento Otoniel Rodríguez López, 10 agentes carabineros, 2 colonos y 2 indígenas; Llevaban consigo; 2 granadas, carabinas M1 y M2 y 100 cartuchos cada uno; Y 3 raciones de campaña por persona.

En un bongo para 20 personas emprenden su recorrido por un caño, selva adentro. Debido a que el caño tenía poca agua, decidieron seguir su camino a pie. Mientras desembarcaban se escuchó gritar: ¡Negro, Negro¡. Era el teniente Santamaría Gómez que se encontraba escondido y quien reconoció al teniente Silva Pineda.

El teniente Santamaría comentó que uno de los agentes que lo acompañaba, de nombre Oscar Ivan Rivilla estaba muerto. Al encontrarlo ya estaba descompuesto y cerca se hallaba el cuerpo de otro carabinero. Fueron llevados de vuelta al bongo con la misión de trasladarlos hasta Arrecifal, sitio donde estaba ubicado el puesto de mando; el teniente Santamaría Gómez acompaño los cadáveres.

La patrulla del teniente Silva siguió su camino por la selva en busca de los bandoleros. En un claro que se encontraba más adelante estaban dos hombres con carabinas cruzadas cortando un tronco para hacer una hoguera. Hicieron un reconocimiento del lugar. El sargento Rodríguez junto con otros 3 agentes, les cayeron sorpresivamente a los individuos.

Ya inmovilizados los 2 hombres, empezaron a interrogarles acerca del paradero de Linares. Afirmaban haberse separado de Los Canaguaros por no estar de acuerdo con lo sucedido. Sus nombres: Modesto Iván Restrepo (alias Resorte o Drácula) y José Miguel Rubiano (alias Charro o Catire).

El teniente Silva reconoció el reloj que días antes le había vendido al subteniente Jiménez Reyes, el cual era lucido por uno de los sujetos; por ello se dio cuenta de que lo dicho por estos era mentira.

Al seguir su camino bordeando el Caño Chupave, junto con los prisioneros, se hicieron comentarios acerca del posible nombre que podría tener la patrulla: “Héroes de la selva”, dijo uno; “la persecución de los Canaguaros”, opinó otro, pero el agente Pedro María Moreno Rey dijo: que se llame la “Patrulla suicida”, ya que habían hecho demasiado ruido al capturar a los 2 individuos y lo seguían haciendo, por eso en algún instante Linares y su grupo los iban a emboscar. Eso fue como una premonición. Continuaron el camino en 2 grupos. Su única comunicación seria por medio del silbido del mono.

Después de recorrer un buen trayecto, en un claro el agente Moreno Rey, ve una olla calentándose sobre brasas recién puestas y se lo informa al teniente Silva. Se agachan para no ser vistos, el agente Moreno Rey decide acercarse más pero cuando se levanta recibe el primer disparo que le atraviesa la boca y le sale por la parte posterior del cráneo, cae al suelo y ahí empieza el enfrentamiento armado.

En su afán por auxiliarlo el teniente Silva, lanza dos granadas pero ninguna detona: estas tenían un esparadrapo que servía como seguro. Logra llegar hasta el cuerpo ya sin vida del agente Moreno Rey. El sargento Rodríguez alcanza a apoyarlos.

De un momento a otro todo queda en silencio. Ya reunidos se dan cuenta que los bandoleros que habían apresado poco antes, escaparon. Inmediatamente el sargento y otros 5 agentes salen en su búsqueda, pero los encuentran en un hueco muertos, producto del enfrentamiento.

Deciden seguir por la selva; al cabo de 3 días llegaron a una choza indígena habitada por un hombre, una anciana, una mujer y dos niñas, era la casa de un indio “saliva” de nombre Luis Felipe Arrepiche. Este les dijo “Los Canaguaros”, violaron a las dos mujeres y a las niñas, además de robarse su comida.

El indio les dijo que no había pueblo cerca, sino una casa grande donde vendían víveres, perteneciente al señor Jerónimo Gallo. Cuando llegaron a la casa de Jerónimo, el teniente Silva Pineda, le explicó la situación de sus agentes, le pidió ayuda y se comprometió a cancelar lo más pronto posible lo que consumieran.

Al día siguiente le preguntaron a Jerónimo por el pueblo más cercano y les dijo que era San José de Ocuné, a 6 horas de camino. Jerónimo se ofreció a llevarlos en su volqueta hasta el pueblo.

La inspección de policía se encontraba cerrada y allí había una estación de radio por medio de la cual podían haberse comunicado con la Comisaría de Puerto Carreño - Vichada - pero estaba fuera de servicio. Tendrían que ir hasta “Gaviotas”, población que se encontraba a 6 horas de San José de Ocuné.

Únicamente el teniente Silva y el agente Laureano García parten rumbo a Gaviotas, mientras los demás hombres se recuperaban.

Llegaron a una hacienda llamada “La Libertad”, propiedad de un miembro de la defensa civil de la zona llamado Pedro Pierre.

A pesar que en La Libertad había un radio para comunicarse no pudieron utilizarlo ya que Pedro Pierre no se encontraba.

Solo un tractorista que se hallaba afuera se ofreció a llevarlos, pero el tractor se varó una hora después. Eran las 19:00 horas; vieron a lo lejos una luz, cuando estaban a unos 100 metros, el teniente Silva Pineda grita identificándose como miembro de la Policía, pero nadie se acercó. Continuaron insistiendo hasta quedarse dormidos.

Al despertar, el teniente Silva Pineda vio a 5 hombres armados que se acercaban, les ordenaron que soltaran las armas, los requisaron y fueron finalmente reconocidos como agentes del DAS. Estos prestaron toda su ayuda para la reincorporación del teniente Silva y el agente García.

A las 07:00 horas del día siguiente, llega una caravana y el primero en descender fue el coronel Armando Torres Salgado; la alegría fue inmensa. Junto con el venía el capitán Bernardo Mejía Villa. 

Regresaron a San José de Ocuné donde se encontraban los otros agentes.



Al llegar, el coronel Armando Torres Salgado le ordena al capitán Mejía Villa que a partir de ese momento, el se haría cargo del operativo. El teniente Silva Pineda decide quedarse para seguir haciendo parte del operativo, al igual que el agente García y dos compañeros más. Se instaló el puesto de mando en Gaviotas y allí continuó la “Operación Canaguaro”.


Coronel Armando Torres Salgado


Finalmente, el 22 de marzo, el capitán Bernardo Mejía Villa aborda una avioneta de la policía junto con un agente, un teniente y el piloto teniente de la FAC Lucio Valencia, rumbo a Achacara. Aterrizaron cerca de una hacienda ubicada a orillas del rio Vichada, para transportar el pescado que del rio sacaba el propietario de la misma. Allí los tomaron por sorpresa.


Se inició un feroz combate en el cual fueron dados de baja: Javier Londoño (alias el conejo), Benjamín Perafán (alias el gato), Rafael Antonio Prieto (alias el palillo), Agustín Villamil (alias el pollo), junto con 4 mujeres indígenas que se encontraban en el lugar.

Se recuperó el armamento que habían robado en la masacre de Arrecifal, el reloj que pertenecía al subteniente Jiménez, se tomaron las pruebas periciales necesarias, macrodáctila, fotografías para establecer legal y plenamente la identidad de los occisos. Álvaro Linares y el “grillo” huyeron con todo el dinero para internarse de nuevo en la selva.

MUERTE DE LINARES:

Linares cargaba todo el dinero hurtado a los comerciantes sin hacer ninguna repartición hasta el momento.
El Grillo, impaciente, le recordó a Linares:
“Jefe: ¿qué hubo de la plata?”,
a lo que Linares contesto: ¿cuál plata?.
“La que tengo en el bolsillo… debe ser “refutó el grillo un tanto malhumorado.
Linares intentó no prestar mayor atención y se sumergió en las aguas para refrescarse. El grillo de nuevo insiste con la repartición del dinero. Linares sale cerca de la orilla, donde tiene las ropas y reposaba una M1.
El grillo echa mano a su escopeta y cuando el mechudo toma la carabina, el grillo le propina un disparo de perdigones en la espalda que lo lanza contra la raíz de un árbol.
La sangre manchó sus ropas y la muerte lo cobijó con un manto negro trágico, cobrando de una vez el tributo de las ofensas y crímenes contra la humanidad.
El grillo tomó su parte del dinero y marchó solo, caño abajo, hasta llegar al rio Vichada; su intención era llegar a Achacara y reunirse con el resto de la banda.
Una patrulla de la Policía que rondaba por el lugar, lo descubrió, cuando un colono les informara que un extraño le había vendido una pistola y un revólver muy baratos. Allí en enfrentamiento, el grillo fue dado de baja.

Fotografías:
Condecoraciónes a los Policiales que participaron en la "Operación Canaguaros"


Condecoraciónes a los familiares de los policías muertos en el enfrentamiento
con la bandas criminales  “Los Canaguaros”. 


En homenaje al señor Subteniente Luis Gonzalo Jiménez Reyes, el gobierno nacional lo ascendió en forma póstuma al grado de “Teniente” y la Policía Nacional a través de la Escuela de Oficiales de Policía “General Francisco de Paula Santander” dispuso que el curso de oficiales No. 41 se denominara “Promoción Teniente Luis Gonzalo Jiménez Reyes", integrado por 96 subtenientes,  graduados según Decreto 2482 del 2 de noviembre de 1977 y de cuya promoción salieron tres oficiales generales:

  • Brigadier General Álvaro Barrera Álvarez
  • Brigadier General Daniel Castiblanco Mendoza
  • Brigadier General Luis Jacinto Meza Contreras 

Paz en la tumba de los héroes policías asesinados en este hecho criminal.


Fuente consultadas: